Recorrés cientos de vidas,

imaginadas en un recuerdo,

mientras construís un paisaje azul,

ideal y placentero.

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Te acobardás al escuchar el silencio,

te deja sin habla, y sin aroma,

sin sentir más allá de lo que ves,

su infinidad de colores en un sólo idioma.

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Pero por alguna razón,

soltás,

y en algún momento,

saltás.

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Muchas veces para intentar volar,

otras para sentir la caída,

tan aterradora como real,

sabiendo que dejará una herida.

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Catapultando el alma al aire,

dejándola caer en algún cielo,

para no fotografiarla nunca,

y que sea admirada sin celo.